
y un lechoso río de estrellas que se desborda
convirtiéndote en el canto que ocupa mis años
e inundando de fuego fondos de mi palabra.
Hay un mar de estío perdido por tus caderas
y un cielo de noches en lo oculto de tus ojos,
y en tu boca unos gozos que me saben al vino
de Grecia y
Roma, de estés conmigo, y sin medida.
Hay jilgueros que se
acurrucan por tu melena,
los girasoles que se acunan entre tus pechos
y
que a mis manos llegan como un redondo día.
Hay tardes que
llueven siempre a través de tu espalda,
mariposas que elevan la
campana del campo
y la luna que duerme en el agua de tu rosa.
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