Procedo de una tierra donde los poetas son asesinados y mueren en 
mazmorras de torres olvidadas o se suicidan, simbología última, 
esforzada mañana que condena al mundo irremediablemente. Alejandría... 
qué importa que perdieras tu memoria.
Hay nubes que se llevan las
 luces últimas del día hasta dejar de arder sobre otros besos, ya me 
dejan solo ahora, he de lamer a oscuras la vieja sangre de todas mis 
heridas. Mil manadas de lobos a punto de arremeter desde mis dominios; y
 cordilleras de niebla, y minas abandonadas, y guaridas de espuma. Me 
guía el sonido de los pesados portones que se van cerrando. El último 
latido es preferible para mí. En mis sueños quiere brotar una planta de 
flor de pascua, traspasar sus lindes, esa piel ungida, hasta las horas 
en que en los rincones de una fortaleza se enciendan las hogueras, y 
abrirse, dejarse marchitar en la plena soledad de otros aires. Es 
preferible para mí el último latido.
Este beso es 
ciego y sobre tus labios, más duro de arrancar que la palabra escrita, 
hunde en el infierno, en el tiempo, en el ser, un último tesoro.

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