Levadura De Estas Letras

Mi deseo es morir en esta misma hoja. Quiero que comprendáis que con una aguja de sueño estoy tatuando, fuera de mí, la piel que tanto amo. Quiero que notéis que la negra espesura de esta tinta, su rancio perfume a amotinamientos, no son otros que los de mi sangre envenenada. Y quiero que llegue hasta vosotros la música que desciende de un coro y que no cesa de ejecutar sobre sus cuerdas afinadas, la partitura, la sola partitura que yo soy ante el mundo, y escribió una mano delirante y vieja. Lo suficientemente delirante para llamarme por otro nombre que sí es el mío, y lo suficientemente vieja para recordar con arrugas todos mis besos.

Seré las letras de un abecedario nuevo. Mientras leéis, los castillos, las catedrales, los parlamentos, las prisiones, los palacios, se reducen, no son más altos que lagunas en mis tobillos. Mientras leéis crezco hasta asomar mi cabeza por encima del cielo, pero me ahogo, porque las nubes adornan mi cuello con sogas más rojas. Como el fuego que ilumina las ceremonias he de perseguir mi sombra mientras se aleja furtivamente, hasta arrancarse las costras y sangrar, exhausta, sobre este desierto maldito. Y he de avanzar. No todos los ojos lloran el mismo día. Seguiré. Aunque todo sea destruido, todo.

Y poco a poco me enamoré de tu acento de estraperlo, de tus sílabas prohibidas, de tus palabras preñadas de rayos, de tus oraciones de sola hiel, y violín, y pájaro verde, cuando Perséfone en el inframundo, y ya pleno, ya en vigilia, ya en alguna otra parte, de vuelos, mirándote a los ojos, besándote los ojos, cerrando mis ojos, estaba todo dicho, todo por renacer, a su pesar, despechada, como suele, la vida.

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